Saltar al contenido

Como descubrir mi llamado de Dios

Como descubrir mi llamado de Dios, es una de las preguntas más profundas y constantes en la vida cristiana. A lo largo del caminar con Cristo, he aprendido que no es un misterio reservado para unos pocos, ni una instrucción encriptada que solo los más espirituales pueden recibir. Es una invitación divina a vivir con intención y profunda conexión con el Padre.

El llamado empieza con una invitación

Durante su vida terrenal, Jesús caminó con sus discípulos y los invitó a seguirlo. “Vengan, síganme —les dijo Jesús—, y los haré pescadores de hombres” (Mateo 4:19). Esta invitación sigue vigente hoy para cada uno de nosotros. Personalmente, me di cuenta que durante años pensé que el llamado era como una carta “mágica” que algún día me llegaría por correo celestial. O que si oraba lo suficiente, Dios me iba a dar coordenadas exactas, tipo un GPS.

Esa idea me dejó esperando respuestas desde el cielo en vez de buscar al Dador. Me di cuenta que estaba atrapado en un patrón equivocado: esperando instrucciones sin cultivar relación. Y es que el llamado no se trata primero de “hacer algo”, sino de estar con Alguien.

Conocer a Dios es el primer paso

El primer paso para discernir el llamado no es preguntar “qué debo hacer” sino “con quién debo caminar”. Efesios 2:10 nos recuerda que somos hechura suya, creados en Cristo para buenas obras. Por eso, antes de mirar hacia afuera, debemos mirar hacia arriba y establecer una relación íntima con Dios.

Fíjate que dejé de buscar mi llamado como si fuera una carrera universitaria. Antes pensaba que había sólo una respuesta correcta. Ser pastor, misionero, cantante, o algo visible. Pero me di cuenta que más que buscar un título, tenía que buscar a Dios. Así, sin pensarlo, para que me dé respuestas. Sólo estar con Él, y poco a poco algo dentro de mí comenzó a alinearse.

Identidad y obediencia diaria

Nuestro llamado está profundamente conectado con nuestra identidad en Cristo. Cuando sabemos quiénes somos, entendemos para qué fuimos hechos. El llamado no siempre viene como una voz del cielo, muchas veces es el resultado de obedecer paso a paso en lo cotidiano.

Ya no se trata de qué voy a hacer, sino de con quién estoy caminando. Descubrí que mis pasiones quizá no son mías. Un día me pregunté, ¿qué cosas me duelen cuando las veo? No qué me gusta, sino qué me rompe por dentro. Mi querido hermano, eso fue fuerte porque me di cuenta que lo que Dios quiere de mí debe estar escondido justo ahí, donde me duele la injusticia, donde no puedo quedarme callado.

Dones, talentos y “lo que tienes en la mano”

Dios nos equipa con dones y talentos para ejercer el llamado. Como dice 1 Pedro 4:10, “cada uno ha recibido un don especial… úselo sirviéndose los unos a los otros”. Pero también aprendí que mis habilidades no son el fin, sino herramientas en manos de Dios.

Me di cuenta que mis talentos son herramientas y no el destino. Esto fue un golpe a mi ego, la mera verdad. Yo pensaba que, si se me daba bien hablar, o si se me daba bien cantar, automáticamente eso era mi llamado. Pero entendí que esos dones son el cómo y no el por qué. Y que Dios a veces te pide cosas fuera de tus habilidades, sólo para que confíes más en Él que en ti mismo.

Moisés, por ejemplo, solo tenía una vara cuando Dios lo llamó. Era lo único en su mano. Pero en manos de Dios, esa vara guió a Israel a la libertad. ¿Qué tienes tú en la mano?

El llamado general y el llamado específico

Todos los creyentes tenemos un llamado general: amar a Dios, hacer discípulos, servir, orar. Pero también hay llamamientos específicos, como el de Pablo en Hechos 9:15, llamado a predicar a los gentiles. Este tipo de llamado se descubre con una mente renovada y una relación estrecha con Dios.

Jesús lavó pies y yo quería micrófonos. Yo quería un escenario. Yo quería las luces. Tuve que bajarme de mi nube. El servicio no es el camino al éxito, sino que es el éxito.

Siete claves para discernir el llamado

Inspirado en Romanos 12:2 y la sabiduría de muchos siervos fieles, estas son siete claves:

  • Examina tus dones espirituales.
  • Observa cómo reaccionas ante las necesidades del mundo.
  • Considera tus habilidades naturales.
  • Detecta si tienes una carga recurrente por un lugar o grupo.
  • Mide tu deseo creciente por cierta obra.
  • Busca la afirmación de tu iglesia local.
  • Persigue la gloria de Dios por encima de todo.

Conclusión: vivir como si ya lo hubieras escuchado

Y así es que mi querido hermano, la conclusión me voló la cabeza. Dejé de esperar una voz del cielo y empecé a vivir como si ya la hubiera escuchado. El llamado no es un trabajo. Es una forma de vivir con intención, con disposición, inclusive con locura santa.

La palabra de Dios dice en Colosenses 3:23: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón como para el Señor”. Así que ya no espero un mapa, solo me aferro a la mano poderosa de Dios.

Hoy entiendo que el llamado no se descubre solo en grandes eventos, sino en pequeñas decisiones de obediencia. No es un destino geográfico, sino una condición del corazón. Es una vida rendida, no una posición conquistada. No es una profesión, es una forma de vida. Así que si te estás preguntando cuál es tu llamado, puede que ya lo estés viviendo.

Busca a Dios. Sirve donde estás. Escucha lo que te duele. Y camina con fe. No está tan lejos como crees.

Gestionar consentimiento